El regalo de vivir con calma…
Hoy desperté más temprano de lo acostumbrado pero curiosamente con la bateria reducida. Me dolía el cuerpo, mis ojos se sentían chiquitos. No es raro que me sintiera así: estoy en ese momento del mes en que mi cuerpo me agradece un ritmo mas suave. Así que me levanté con calma, me vestí y decidí salir a caminar, como acostumbro hacerlo por las mañanas. Mientras me dirigía hacia la playa, vi un cielo apenas pintado con los suaves colores de un amanecer que se preparaba para recibir al sol, mientras la delgada sonrisa de la luna aún se asomaba entre la silueta de las palmeras.
Al llegar a la playa decidí sentarme en una hamaca y regalarme un momento de calma. El mar se movía con suavidad y el sonido de las olas casi me arrullaba, mientras el viento soplaba con una tranquilidad que me invitaba a respirar profundo, mientras esperaba para recibir el espectáculo del día. Fue uno de esos amaneceres en que el sol aparece con aún mayor majestuosidad que de costumbre, vestido de un color naranja tan intenso que parecía irreal. Ese sol, que al mismo tiempo me transmitía fuerza y paz, iba saliendo a su ritmo, sin prisa, con la calma que caracteriza a la naturaleza, pero de la cual a veces los humanos nos desconectamos tanto.
Muchos de nosotros, y me atrevería a decir que sobre todo quienes crecimos o habitamos en grandes ciudades, nos acostumbramos a vivir la con la prisa de quien siempre va tarde, como si la vida nos correteara, con rutinas que apenas nos dejan asimilar que seguimos vivos. Hace 11 años tuve la gran bendición de que la vida me mandara junto con mi esposo, a Cozumel, una isla en el Caribe Mexicano. Vivimos ahi 8 años que hoy agradezco con todo mi corazón, porque de diferentes formas la isla me invitó con gentileza a adaptarme a su ritmo: a bajarle a la velocidad con la que vivía, a pausar cuando fuera necesario, a valorar la calma. Dos años después nos mudamos a Puerto Morelos, donde vivimos en medio de la selva, rodeados de árboles y monos araña. Hoy estoy en Maldivas, cada día mas cerca de cumplir un año en esta pequeña isla a la que al menos por ahora llamo mi hogar.
Y fue hoy, con la bendición de esta mañana lenta y después de estos años de vivir en lugares así, que recordé lo agradecida que estoy. No sólo con el universo y todas las oportunidades que me ha ido dando, sino también conmigo por haberlas tomado: por darme la oportunidad de adaptarme a su ritmo, de soltar la creencia de que siempre iba tarde o de que un andar suave me alejaría de mis metas. Agradezco además, porque mis prioridades cambiaron, y con ellas mis elecciones, que ahora me conducen hacia una vida donde la calma ya no es un lujo que me doy de vez en cuando, sino parte de mi camino mismo…